Desde tiempos inmemoriales, el olivo (Olea europaea) ha tejido una intrincada relación con la historia de la humanidad. Mucho antes de adornar las mesas con sus frutos y ungir cuerpos con su aceite dorado, este árbol resiliente ya ofrecía sus ramas y su madera a nuestros ancestros. Hoy, en el corazón de Tacna, Perú, donde llegué a los tres años, una región que amo profundamente y donde me considero un tacneñista de corazón, esta conexión ancestral cobra una nueva dimensión. Tacna, la principal productora de aceituna y aceite de oliva del Perú, alberga un legado vivo de esta relación, personificado en olivos que han resistido el paso de los siglos y en la visión de hombres como el inolvidable Ing. Renato Rossi Loureiro.
Precisamente, en este 2025, conmemoramos el que habría sido el 102° aniversario del natalicio de don Renato (1923-2024), un pionero de la agronomía peruana cuyo impacto perdura especialmente en la transformación agrícola de Tacna y el norte del país. Su visión adelantada a su tiempo fue fundamental para impulsar la olivicultura en esta región, demostrando el potencial de tierras áridas y sentando las bases para que Tacna se consolidara como líder en la producción de aceitunas en el Perú. Este artículo no solo explorará el fascinante vínculo ancestral entre el Homo y el olivo, desde sus primeras interacciones en el Paleolítico hasta su significado actual, sino que también rendirá homenaje al legado del Ing. Rossi Loureiro, cuya visión fue crucial para el florecimiento de la cultura del olivo en mi amada Tacna. Como Christian Riveros Arteaga, un arequipeño de nacimiento pero tacneño de corazón, comprometido con el desarrollo agrícola de esta región, y quien tuvo el privilegio de conocer y compartir con el Ing. Rossi Loureiro, guiaré al lector a través de este viaje milenario, revelando cómo el olivo ha sido y sigue siendo un protagonista fundamental en nuestra historia, especialmente en esta tierra que tanto le debe a la visión de un gran hombre.
El Olivo en el Paleolítico: Un Vínculo Primitivo
Hace decenas de miles de años, mucho antes de que los olivares cultivados cubrieran paisajes enteros, el olivo silvestre, conocido como acebuche (Olea europaea var. sylvestris), ya formaba parte del entorno de nuestros ancestros. Tanto el Homo neanderthalensis como el Homo sapiens coexistieron con estos árboles robustos y resilientes, que sobrevivieron a las duras condiciones de las eras glaciales y se adaptaron al cambiante clima mediterráneo (1). Los hallazgos arqueológicos nos ofrecen una ventana a esta relación primigenia.
En la cueva de Kebara, en el Monte Carmelo (Israel), se descubrieron restos de aceitunas de hace aproximadamente 100,000 años (2) En aquel entonces, los Neandertales eran los habitantes de esta región, lo que sugiere que fueron ellos quienes interactuaron con estos frutos silvestres. Imaginemos su primer encuentro con la acebuchina: una pequeña baya de sabor intensamente amargo, muy diferente a las aceitunas de mesa que conocemos hoy. Quizás la curiosidad los llevó a probarla, experimentando una astringencia que seguramente no resultó placentera. Como se comenta en foros, la idea de consumir aceitunas crudas en su estado natural puede parecer contradictoria dada su desagradable sabor.
Sin embargo, la necesidad agudiza el ingenio. Es posible que los Neandertales descubrieran usos alternativos para el acebuche. Su madera dura y resistente podría haber sido utilizada como combustible, al igual que sus ramas. Y las propias aceitunas, ricas en aceite, quizás fueron empleadas de manera rudimentaria para encender o mantener el fuego, aprovechando su inflamabilidad. La hipótesis de su uso como combustible cobra fuerza al considerar la facilidad con la que el olivo y sus frutos arden gracias a su contenido oleoso.
Por otro lado, aunque el sabor amargo del acebuche crudo es innegable, la observación de la naturaleza pudo haber ofrecido pistas sobre cómo mitigar su dureza. Tal vez, en inviernos rigurosos, las aceitunas congeladas y luego descongeladas experimentaban una transformación en su textura y sabor, volviéndose ligeramente más tolerables, como sugieren algunos comentarios. Aunque no serían un manjar, podrían haber representado una fuente de alimento en momentos de escasez.
En la Península Ibérica, donde también habitaban los Neandertales (3), es plausible que también interactuaran con el acebuche. Su capacidad para explotar diversos recursos vegetales está documentada (4), y el acebuche, con su disponibilidad y propiedades, seguramente no pasó desapercibido.
Así, en el Paleolítico, la relación entre el Homo, tanto neandertal como sapiens, y el olivo silvestre fue probablemente pragmática y basada en la necesidad. Ya sea como una fuente de combustible fácil de obtener o como un alimento marginal en momentos difíciles, el acebuche comenzó a entrelazarse con la vida de nuestros ancestros, marcando el inicio de una historia que perduraría por milenios.
El paso del acebuche silvestre al olivo cultivado (Olea europaea var. europaea) fue un proceso gradual, impulsado por la observación y la intervención de las comunidades humanas a lo largo de miles de años (5). A medida que las sociedades humanas se asentaban y desarrollaban prácticas agrícolas más sofisticadas, las plantas que ofrecían mayores beneficios eran seleccionadas y cultivadas. El acebuche, con sus frutos ricos en aceite, no fue la excepción.
Inicialmente, la recolección de acebuchinas silvestres debió ser la práctica común. Sin embargo, con el tiempo, las comunidades aprendieron a identificar y favorecer aquellos árboles que producían frutos más grandes, con menor amargor y mayor contenido de aceite. La propagación de estos ejemplares superiores, ya sea mediante la siembra de semillas o el trasplante de brotes, marcó los primeros pasos hacia la domesticación. Este proceso, que se extendió a lo largo de generaciones, condujo gradualmente a la aparición de variedades de olivo más productivas y palatables.
Los estudios arqueológicos y paleobotánicos sitúan el inicio de la domesticación del olivo en la región del Mediterráneo oriental, hace unos 6,000 a 7,000 años. Desde allí, el olivo cultivado se dispersó por toda la cuenca mediterránea (6), acompañando la expansión de las civilizaciones antiguas. Fenicios, griegos y romanos jugaron un papel crucial en la difusión del cultivo del olivo por todo el Mediterráneo, reconociendo su valor no solo como fuente de alimento y aceite, sino también por su importancia económica, medicinal y simbólica.
La capacidad del olivo para prosperar en suelos pobres y climas áridos lo convirtió en un cultivo ideal para muchas regiones mediterráneas. Su longevidad también debió ser un factor apreciado, con árboles que podían vivir durante siglos, pasando su herencia de generación en generación.
Este proceso de domesticación no solo transformó la morfología y las características del olivo, sino que también profundizó la relación entre el ser humano y este árbol. De una interacción esporádica y basada en la necesidad, se pasó a un cultivo planificado y a la elaboración de productos derivados que se integrarían profundamente en la dieta, la economía y la cultura de las sociedades mediterráneas.
El Olivo y la Evolución Humana: Un Legado Cultural y Económico
La domesticación del olivo marcó un punto de inflexión en su relación con la humanidad, trascendiendo su uso primario como posible combustible o alimento marginal para convertirse en un elemento central en la dieta, la economía y la cultura de numerosas civilizaciones (7).
Referencias Bíblicas y Mesopotámicas: La veneración por el olivo se remonta a tiempos ancestrales. En la Epopeya de Gilgamesh, una de las obras literarias más antiguas de la humanidad, se menciona el uso del aceite de oliva con propósitos rituales y medicinales. En la Biblia, el olivo es un símbolo recurrente de paz, prosperidad y bendición divina, el hecho de ser ungido con aceite en el bautizo. La paloma que Noé envió tras el diluvio regresó con una rama de olivo, anunciando el fin de la inundación y el restablecimiento de la armonía. El Monte de los Olivos en Jerusalén tiene una profunda significancia religiosa, siendo escenario de importantes eventos en la vida de Jesús.
El Culto Egipcio: En el antiguo Egipto, el olivo no era tan abundante como en otras regiones del Mediterráneo oriental, pero el aceite de oliva era altamente valorado. Se utilizaba en la iluminación, en la unción de faraones y sacerdotes, y en rituales religiosos. Aunque no era un árbol nativo, su presencia y uso atestiguan su importancia desde épocas tempranas.
Fenicios, Griegos y Romanos: Pilares de la Cultura del Olivo: Estas civilizaciones mediterráneas fueron fundamentales en la expansión y consolidación de la cultura del olivo. Los fenicios, grandes navegantes y comerciantes, difundieron el cultivo del olivo por las costas del Mediterráneo occidental. Para los griegos, el olivo era un árbol sagrado, asociado a la diosa Atenea, quien según la leyenda, ganó el patronazgo de la ciudad de Atenas al ofrecer un olivo. El aceite de oliva era esencial en su dieta, en la higiene personal, en la iluminación, en los rituales religiosos y como aceite para los atletas en los Juegos Olímpicos. Los romanos heredaron y expandieron aún más el cultivo del olivo por todo su vasto imperio. Desarrollaron técnicas avanzadas de cultivo y extracción de aceite, y el aceite de oliva se convirtió en un producto básico en su economía y gastronomía.
El Olivo y Oriente: Si bien el olivo es originario de la región mediterránea, su valioso aceite seguramente llegó a otras culturas de Oriente a través de las rutas comerciales, incluyendo el comercio de las especias. Durante la época islámica medieval, la tradición del uso del aceite de oliva se mantuvo y se expandió en las regiones bajo su influencia, tanto para usos culinarios como medicinales. Es plausible que, aunque no se cultivara extensamente en la India, el aceite de oliva llegara como un producto importado, valorado por sus propiedades. La lampara del cuento de Aladino, sería de aceite de oliva.
El Olivo en la Edad Media: En la Edad Media europea, el olivo continuó siendo un cultivo importante en las regiones mediterráneas. El aceite de oliva era esencial en la dieta y tenía usos religiosos, como el óleo sagrado utilizado en diversos sacramentos.
De esta manera, el olivo y sus derivados se integraron profundamente en la vida cotidiana, las creencias religiosas, las prácticas medicinales y la economía de diversas culturas a lo largo de la historia. Su presencia en textos antiguos y su rol en rituales y mitologías atestiguan su significado trascendental para la evolución cultural y social de la humanidad.
El Olivo llega a América y florece en Tacna
La llegada del olivo al continente americano marca un nuevo capítulo en su milenaria historia. Fue con la colonización española que el olivo cruzó el Atlántico, encontrando en el Nuevo Mundo tierras fértiles para echar raíces (8). Aunque los primeros intentos de cultivo en el Caribe no prosperaron, el olivo encontró condiciones favorables en la costa del Pacífico de Sudamérica.
Según los registros históricos, los primeros olivos llegaron al Perú en el siglo XVI. Si bien algunas fuentes sugieren que los olivos fueron traídos desde México, donde los primeros plantones se establecieron en 1531 por el fraile franciscano Martín de Valencia, otras fuentes señalan que fue Don Antonio de Ribera quien trajo los olivos directamente de España a Perú.
Independientemente de la ruta exacta, el olivo se adaptó notablemente a ciertas regiones del Perú, especialmente en la costa. Las zonas costeras, con sus inviernos suaves y veranos cálidos y secos, ofrecieron un clima ideal para su desarrollo.
En este contexto, la región de Tacna se destacó como un enclave particularmente exitoso para el cultivo del olivo. Las condiciones agroclimáticas de Tacna, caracterizadas por su aridez y la disponibilidad de agua para riego, demostraron ser excepcionalmente adecuadas para el desarrollo de plantaciones de olivo.
Además, en el actual distrito de Ite, como relata Modesto Basadre y Chocano en su obra "Riquezas Peruanas" (1884), ya existían olivares en las quebradas de las desaparecidas Lomas de Barlovento, plantados alrededor de 1560 por el encomendero español Lucas Martínez Vegazo. El naturalista francés Amadee Frezier, en 1713, describió la calidad del aceite de oliva producido en estas lomas, considerándolo el mejor del Perú. Aunque el clima cambió y la guerra causó estragos, la memoria de estos olivares perdura en la historia de Ite. (9)
Con el tiempo, y especialmente a partir del siglo XX, la olivicultura en Tacna experimentó un crecimiento significativo. La visión de pioneros como el Ing. Renato Rossi Loureiro fue fundamental para impulsar la plantación a gran escala de olivos en la región de La Yarada - Los Palos. Su comprensión del potencial de estas tierras áridas, combinada con la implementación de sistemas de riego eficientes, transformó el paisaje y sentó las bases para que Tacna se convirtiera en la principal zona productora de aceituna y aceite de oliva del Perú.
Actualmente, Tacna cuenta con más de 35,000 hectáreas dedicadas al cultivo del olivo, representando más del 80% de la superficie total de olivo en el país (10). El distrito de La Yarada - Los Palos concentra la mayor parte de estas plantaciones, testimoniando la visión pionera que allí se sembró hace décadas.
La historia del olivo en Tacna es, por lo tanto, un ejemplo de cómo un cultivo milenario, originario de lejanas tierras, encontró en un rincón del Perú un nuevo hogar donde prosperar, impulsando la economía regional y enriqueciendo su identidad.
En la árida pero fértil región de Tacna, específicamente en el sector de La Vituña, que pertenece al actual distrito de Las Yaras (es importante no confundirlo con el distrito de La Yarada - Los Palos, donde se concentra la mayor extensión de plantaciones), se encuentran imponentes olivos que han resistido el paso de los siglos. Estos árboles centenarios son mucho más que simples plantas; son testigos vivos de la historia de la olivicultura en el Perú y un vínculo tangible con las primeras introducciones del olivo en el continente.
En el año 2017, un esfuerzo colaborativo entre la organización Sudoliva, la Universidad Politécnica de Madrid, logramos datar uno de estos olivos de La Vituña con una antigüedad de aproximadamente 460 años. Este estudio reveló la notable longevidad de algunos de los primeros olivos plantados en la región, probablemente descendientes directos de aquellos introducidos por los colonizadores españoles en el siglo XVI. La existencia de otros 39 olivos de similar antigüedad en este sector subraya la importancia histórica de La Vituña como uno de los primeros centros de cultivo de olivo en el sur del Perú.
No muy lejos de Tacna, en la región vecina de Moquegua, también se encuentran olivos de una edad venerable. En Ilo, en el fundo de la familia Tocunaga y em fundo Poquera, estudios han datado olivos con una antigüedad aún mayor, alcanzando los 470 años. Estos longevos árboles moqueguanos comparten con los de La Vituña en Tacna la distinción de ser algunos de los olivos más antiguos del Perú, representando un patrimonio genético e histórico invaluable.
Entre 2021 y 2022 realizamos dos expediciones a zonas algo inaccesibles para poder comprobar la existencia de dos antiguas zonas de Arequipa con olivos centenarios y logramos registrar viejos y leñosos olivos en sector de Challascapa (11) en el distrito de Dean Valdivia en la Provincia de Islay y en lo profundo del Valle de Quilca (12) cerca a la zona de su formación en Sihuas, pero esas son otras apasionantes historias.
Estos olivos centenarios son monumentos naturales que nos permiten conectar directamente con los inicios de la olivicultura en el Perú. Su supervivencia a lo largo de siglos, enfrentando sequías, cambios climáticos y avatares históricos, habla de la resiliencia de la especie y de las condiciones favorables que encontraron en estas tierras. Además de su valor histórico, estos árboles pueden albergar información genética única, crucial para la conservación y el mejoramiento de las variedades de olivo locales, que corren riesgos con la introducción desmedida y sin sustento científico de otras variedades comerciales de olivos.
El reconocimiento de estos olivos como patrimonio es fundamental. En ese sentido, nuestra propuesta para el reconocimiento del Olivo Patrimonial de La Vituña por parte de Sudoliva, Serfor y de la Municipalidad de Las Yaras como patrimonio cultural y natural de la región es un paso crucial para su protección y valoración, sin embargo es necesario un reconocimiento regional. Estos árboles no solo son un testimonio del pasado, sino también un símbolo de la identidad y el futuro olivícola de Tacna, Moquegua y Arequipa.
La transformación de Tacna en la principal región olivícola del Perú ha tenido un profundo y significativo impacto en su economía y en la vida de sus habitantes. El cultivo del olivo no es solo una actividad agrícola; se ha convertido en un motor de desarrollo, una fuente importante de ingresos y empleo, y un elemento clave en la identidad regional.
La vasta extensión de plantaciones de olivo, que supera las 35,000 hectáreas y representa más del 80% de la superficie olivícola del país, genera una importante demanda de mano de obra en todas las etapas del ciclo productivo: desde la siembra y el cuidado de los árboles hasta la cosecha, el procesamiento de la aceituna para la obtención de aceite y aceitunas de mesa, y su posterior comercialización. Esto ha contribuido significativamente a la creación de empleo en las zonas rurales, ayudando a fijar población y a mejorar la calidad de vida de muchas familias tacneñas. Sin embargo hay que considerar la cantidad de pozos ilegales que ponen en peligro la napa freática.
El incremento notable en la producción de olivo en los últimos años, pasando de 27,800 toneladas en 2016 a 128,800 toneladas en 2023 (13), ha impulsado la economía regional a través de la generación de ingresos por la venta de aceitunas y aceite de oliva tanto en el mercado nacional como en el internacional. La calidad de la aceituna de Tacna, reconocida a nivel nacional, le otorga una ventaja competitiva importante.
La Denominación de Origen "Aceituna de Tacna", cuya propuesta impulsamos desde 2011 y que se concretó en 2014 (14), a pesar de un rechazo inicial de los exportadores que utilizaban el nombre de aceituna tipo Azapa para sus exportaciones, ha sido un factor clave para proteger y valorizar la identidad y la calidad única de las aceitunas producidas en la región. Esta denominación no solo beneficia a los productores al garantizar un precio justo por su producto, sino que también promueve la imagen de Tacna como una región productora de excelencia.
Además del impacto económico directo, el cultivo del olivo ha contribuido a la configuración del paisaje rural de Tacna y ha fortalecido un sentido de identidad y tradición entre sus habitantes. Las extensas plantaciones de olivos se han convertido en un rasgo distintivo de la región, atrayendo incluso un incipiente interés en el oleoturismo, donde los visitantes pueden conocer de cerca el proceso de cultivo y producción, así como disfrutar de la belleza de los olivares centenarios.
Organizaciones como Sudoliva desempeñó un papel importante en el apoyo y la promoción del sector olivícola en Tacna, trabajando en colaboración con productores, instituciones académicas y el gobierno regional para impulsar la innovación, la sostenibilidad y la competitividad del sector.
En resumen, la olivicultura es mucho más que una actividad económica para Tacna; es un pilar fundamental de su desarrollo, una fuente de orgullo regional y un legado que se proyecta hacia el futuro.
El futuro del sector olivícola en Tacna no se limita a la expansión de las hectáreas cultivadas o al aumento de la producción. Se trata de consolidar una verdadera "cultura del olivo" en la región, una visión integral que abarque su valor histórico, económico, gastronómico, saludable y turístico, respaldada por políticas públicas estratégicas.
La oleocultura puede definirse como la promoción y difusión del conocimiento y la apreciación del olivo y sus derivados en todas sus formas. Esto incluye educar a la población sobre su historia, sus beneficios para la salud, su importancia económica y su potencial gastronómico, turístico y artesanal.
En este sentido, es crucial impulsar la gastronomía tacneña con nuevas y creativas propuestas que tengan al olivo y sus derivados como protagonistas. El aceite de oliva virgen extra de la variedad Sevillana, predominante en Tacna, ha demostrado tener un alto contenido de compuestos fenólicos totales con un potente potencial antioxidante y anticancerígeno, como lo revela la investigación "Optimización del contenido de compuestos fenólicos totales en la etapa de batido durante la extracción del aceite de oliva virgen de la variedad Sevillana (Olea europea sativa)". Esto no solo añade valor a la aceituna de Tacna como un "superalimento" (15), sino que también abre un abanico de posibilidades para su uso en la alta cocina y en productos funcionales.
Además del fruto y el aceite, se pueden explorar otros usos del olivo:
Madera de olivo: Su belleza y durabilidad la hacen ideal para la creación de utensilios de cocina artesanales y otros objetos decorativos.
Hueso o pepa de aceituna: Puede ser utilizado como biocombustible, como abrasivo suave o incluso en la elaboración de joyería.
Jabón de aceite de oliva: Sus propiedades hidratantes y nutritivas son bien conocidas.
Filtrantes de hojas de olivo: Investigaciones sugieren posibles beneficios para la salud de las infusiones de hojas de olivo.
En materia de turismo, Tacna tiene un enorme potencial para desarrollar una atractiva "Ruta del Olivo". Esta ruta podría incluir:
Árboles patrimoniales: Destacando los olivos centenarios de La Vituña y otros ejemplares notables por su edad e historia.
Fundos históricos: Como las antiguas propiedades donde el Ing. Renato Rossi Loureiro implementó las primeras hectáreas de olivo en La Yarada - Los Palos, mostrando la visión pionera que dio origen a la olivicultura moderna en Tacna.
Paisajes de olivares: Ofreciendo recorridos por las extensas plantaciones, especialmente durante la floración o la cosecha y para la practica de terapia forestal.
Almazaras y productores locales: Brindando la oportunidad de conocer el proceso de producción del aceite de oliva virgen extra y degustar sus diferentes variedades.
Combinación con el turismo costero: Aprovechando la proximidad al mar para ofrecer experiencias integrales que combinen la riqueza natural e histórica de la región.
Para hacer realidad este futuro prometedor, es esencial que se generen políticas públicas a nivel regional que fomenten la "cultura del olivo" y la oleocultura. Esto podría incluir:
Programas educativos: Para dar a conocer la historia, los beneficios y el valor del olivo a la población.
Apoyo a la investigación y la innovación: Para desarrollar nuevos productos y usos del olivo y sus derivados.
Incentivos para la producción sostenible y de calidad: Protegiendo el medio ambiente y garantizando un aceite de oliva virgen extra de excelencia.
Promoción turística específica: Para posicionar a Tacna como un destino oleoturístico único.
Fomento de la asociatividad: Este punto es clave para fortalecer a los productores y facilitar su acceso a mercados.
En definitiva, el olivo no es solo un cultivo para Tacna; es un patrimonio vivo con un enorme potencial para impulsar su desarrollo económico, fortalecer su identidad cultural y ofrecer experiencias únicas a sus visitantes. Con una visión estratégica y políticas públicas adecuadas, la "cultura del olivo" florecerá en Tacna, consolidando su posición como un referente olivícola a nivel nacional e internacional.
A lo largo de este recorrido, hemos constatado la asombrosa y perdurable relación entre el ser humano y el olivo, que se remonta a cientos de miles de años. Desde su uso primario por los Neandertales y los primeros Homo sapiens como posible combustible y alimento silvestre, hasta su domesticación y su integración profunda en las culturas mediterráneas, el olivo ha sido un compañero silencioso pero fundamental en la historia de la humanidad.
En el contexto peruano, la llegada del olivo en el siglo XVI marcó el inicio de una nueva etapa, encontrando en la región de Tacna un terroir excepcional para su desarrollo. La visión de pioneros como el Ing. Renato Rossi Loureiro fue crucial para transformar estas tierras áridas en el principal emporio olivícola del país. Hoy, Tacna alberga extensas plantaciones y olivos centenarios que son testigos vivos de esta historia.
El impacto socioeconómico del olivo en Tacna es innegable, generando empleo, impulsando la economía regional y fortaleciendo su identidad. La Denominación de Origen "Aceituna de Tacna" protege y valoriza la calidad única de sus frutos.
Sin embargo, el futuro del olivo en Tacna trasciende la mera producción. Estudios científicos realizados en laboratorios de España y Grecia han confirmado que las aceitunas tacneñas poseen un alto contenido de compuestos fenólicos, dotándolas de valiosas propiedades antioxidantes, antitumorales, antiinflamatorias y anticancerígenas. Estos hallazgos abren oportunidades transversales en la industria alimentaria, nutracéutica y cosmética, posicionando a la aceituna de Tacna como un "superalimento" con un enorme potencial para la salud.
Para consolidar este futuro promisorio, se requiere una visión estratégica y la implementación de políticas públicas que fomenten una verdadera "cultura del olivo" y la oleocultura en Tacna. Esto implica:
Continuar y fortalecer la investigación científica sobre las propiedades de la aceituna y el aceite de oliva de Tacna, explorando sus beneficios para la salud y sus posibles aplicaciones industriales.
Impulsar la innovación en la gastronomía tacneña, incorporando el aceite de oliva virgen extra y la aceituna en nuevas y creativas propuestas culinarias que resalten su calidad y sus beneficios.
Fomentar el desarrollo de productos artesanales y funcionales a partir de la madera, el hueso y las hojas del olivo, agregando valor a toda la cadena productiva.
Desarrollar y promocionar la "Ruta del Olivo" como un producto turístico emblemático de la región, integrando los olivos patrimoniales, los fundos históricos y la belleza de los paisajes olivícolas con la riqueza de la costa tacneña.
Implementar programas educativos para difundir el conocimiento sobre la historia, los beneficios y el valor del olivo entre la población local y los visitantes.
Apoyar la asociatividad de los productores para fortalecer su capacidad de negociación y su acceso a mercados nacionales e internacionales.
Finalmente, considerando la rica historia y el creciente valor del olivo en Tacna, se recomienda encarecidamente la creación de un Museo Nacional del Olivo en Tacna o en el distrito de La Yarada - Los Palos. Este museo no solo serviría como un centro de interpretación de la historia milenaria del olivo y su llegada al Perú, sino también como un espacio para la difusión de los conocimientos científicos actuales sobre sus beneficios para la salud, la promoción de la gastronomía local y el impulso del oleoturismo. Un museo de esta naturaleza se convertiría en un hito cultural y turístico para la región, consolidando a Tacna como la capital peruana del olivo.
El legado del olivo en Tacna es un testimonio de la perseverancia de la naturaleza y del ingenio humano. Al honrar su pasado, comprender su presente y proyectar su futuro con visión y estrategia, Tacna puede consolidar su posición como un referente olivícola a nivel nacional e internacional, generando bienestar y orgullo para sus habitantes.
Bibliografía:
El Ite de Modesto Basadre https://www.facebook.com/photo?fbid=10152623724863960&set=a.500579933959
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